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29 de diciembre de 2025

Drones y sensores: cómo aumentar 5 % el rinde y reducir 90 % los insumos

Una empresa de Córdoba incorporó drones y pulverización selectiva para mejorar la eficiencia productiva en maíz y soja. La combinación de agricultura de precisión, control de pisoteo y aplicaciones dirigidas permitió optimizar costos y avanzar hacia un manejo más sustentable.

En los campos de Jesús María, Córdoba, los drones se convirtieron en una herramienta para ganar eficiencia. En Sildaria SA evitaron el pisoteo del cultivo y lograron un 5 % más de rendimiento, mientras que los sensores Weed-it, integrados a la pulverización terrestre, redujeron hasta un 90 % el uso de insumos.

En la última campaña, la empresa realizó cerca de 3.500 hectáreas de aplicaciones y fertilizaciones con drones. La iniciativa surgió de la búsqueda por incorporar tecnología al sistema productivo y mejorar la eficiencia operativa y la rentabilidad de los cultivos. La firma participa en dos grupos CREA —Ganadero del Noroeste y Jesús María—, pertenecientes a la región Córdoba Norte.

Tomás Ferreiro es ingeniero agrónomo y parte de la tercera generación de la empresa familiar, a la que ingresó hace ocho años para hacerse cargo de campos alquilados por la firma en Santiago del Estero. Hace un año y medio se trasladó a Jesús María como responsable de la producción en esa zona, donde comenzó a incorporar los drones. “Probamos distintas tecnologías y, cuando vimos el impacto que tenían, fuimos ampliando su uso”, indicó a AIRE Agro.

La firma cuenta con 3.200 hectáreas propias, donde la agricultura es la actividad principal, aunque también manejan un feedlot. “La mayor parte de la producción es soja y maíz, pero en invierno sembramos garbanzo y trigo. Además, hemos ido sumando otros cultivos como trigo candeal, arveja y maní”, detalló.

El dron convive con las pulverizaciones tracionales y se usa cuando el cultivo ya está en pie, especialmente el maíz, para evitar el pisoteo.

La incorporación de nuevas tecnologías fue un proceso gradual, impulsado por la curiosidad y la necesidad de optimizar el trabajo en el campo. “Cuando estaba en Santiago del Estero, hacíamos los monitoreos convencionales recorriendo los lotes en camioneta. En 2017 viajé a Chile y compré un dron usado, con la idea de mejorar el seguimiento de los cultivos. Pero en ese momento los equipos eran muy limitados y todo el relevamiento era manual”, recordó.

A pesar de las dificultades iniciales —incluso le robaron aquel primer dron—, el interés por innovar continuó. “Cuando volví a Córdoba ya se estaba desarrollando la pulverización con drones y decidimos probar contratando un servicio”, explicó.

La experiencia fue decisiva. En los lotes bajo riego, que suman 875 hectáreas, seleccionaron una franja de garbanzo para realizar aplicaciones sin pisar el cultivo. “Hicimos 125 hectáreas de garbanzo y dejamos 20 en el medio para semilla. Esa parte la pulverizamos con dron: no se pisó nunca y obtuvimos 31 quintales por hectárea, contra 29 en los sectores con maquinaria convencional. La diferencia coincidió exactamente con el porcentaje de pisoteo que habíamos calculado”, relató.

Ampliación y diversificación del uso de drones

El buen resultado inicial impulsó una expansión rápida. En poco más de un año y medio, los drones pasaron de ser una novedad a una herramienta clave dentro del esquema de producción. “Fuimos aumentando las hectáreas a medida que ganábamos confianza en los servicios que contratábamos”, explicó Ferreiro. “No solo nosotros éramos nuevos usuarios, sino que la mayoría de los prestadores también estaba dando sus primeros pasos. Casi todos eran outsiders: venían de otros rubros y no del agro, entonces había muchos tecnicismos que no compartíamos y eso generaba cierta desconfianza”, agregó.

Con el tiempo, la curva de aprendizaje se aceleró y el uso de drones se extendió a más cultivos. “Cuando vimos que funcionaba, también empezamos a aplicarlos en maíz y soja, y seguimos sumando. Hoy está más instalado que nunca”, comentó.

La evolución del sistema vino acompañada por una profesionalización de los prestadores de servicio y una mejora tecnológica.

Hasta ahora, la tecnología se utilizó para el control de insectos, enfermedades y malezas, mediante aplicaciones de insecticidas, fungicidas y herbicidas, aunque la empresa ya explora nuevas posibilidades. “Me animo a estimar que en la próxima campaña podremos hacer unas 5.000 hectáreas con dron”, proyectó.

La fertilización también comenzó a formar parte de las pruebas. “Este año lo hicimos sobre un trigo de alto potencial, también bajo riego, y los resultados están por verse. Aplicamos la mitad del círculo de riego con el equipo terrestre —una Altina— y la otra mitad con dron, para comparar comportamientos”, señaló.

El paso siguiente apunta a un uso más integral de la tecnología. “Estamos pensando en incorporar la siembra de cultivos de cobertura con el maíz en pie, probablemente en febrero de 2026. Sería un desafío interesante para aprovechar la precisión y la autonomía que ofrecen estos equipos”, anticipó el técnico.

Beneficios productivos y agronómicos del sistema

El mayor beneficio que observan es el no pisoteo del cultivo. “Eso genera dos resultados distintos —explicó Ferreiro—. Por un lado, evitamos romper lo mismo que estamos produciendo. Si estás cosechando 80 o 90 quintales de maíz y perdés un 5 % por pisoteo, es equivalente al 5 % del rendimiento. En un maíz de más de 100 quintales, son unos 5 quintales, es decir, más de 50 dólares por hectárea, con una sola aplicación que cuesta apenas 6 o 7 dólares más que una convencional”, detalló.

El otro impacto se da en el mediano plazo, sobre la física del suelo“En los círculos de riego, el suelo permanece húmedo gran parte del tiempo y, al pasar con la pulverizadora hasta cinco veces por campaña, empezamos a ver compactación. El hecho de no pisar para no compactar es la segunda gran ventaja”, explicó.

En este caso, se destaca la capacidad operativa: el dron permite ingresar a un lote cuando la pulverizadora no puede hacerlo por exceso de humedad. “Si llovió un viernes y aparece una maleza o una enfermedad incipiente, debemos esperar tres días hasta que se oree el suelo. Con el dron podemos entrar igual, aplicar en el momento justo y evitar pérdidas”, detalló.

Las ventajas se extienden a la accesibilidad y la precisión, especialmente en lotes pequeños. “En campos chicos o fraccionados, el dron es mucho más práctico que el avión. Permite minimizar la deriva y cortar con exactitud. En sectores de 5 o 6 hectáreas, donde entrar con una pulverizadora sería engorroso y dañino, el dron se adapta perfecto”, resumió Ferreiro.

Mayor profesionalización y eficiencia operativa

La evolución del sistema vino acompañada por una profesionalización de los prestadores de servicio y una mejora tecnológica. “Fuimos encontrando empresas más especializadas, pero también vimos cómo los mismos prestadores que nos aplicaron al principio se fueron profesionalizando y mejorando. Hoy hay drones con el doble de capacidad de trabajo y autonomía, que permiten cubrir más del doble de hectáreas por jornada”, destacó.

Por ahora, Sildaria contrata los servicios en lugar de realizarlos por cuenta propia. “Está la posibilidad de incorporar un dron y hacerlo por administración, pero por ahora preferimos tercerizarlo. Todavía estamos probando los beneficios y, al contratar, evitamos enfrentar la curva de aprendizaje y la inversión inicial”, explicó.

A medida que avanza la profesionalización de estos nuevos prestadores de servicio, se mejora la logística del trabajo.

Tomás subrayó la importancia de elegir proveedores con capacidad de permanencia en el campo: “A diferencia de los contratistas convencionales, muchos de estos nuevos prestadores no tienen casilla rural ni lugares donde quedarse cuando hay mal tiempo. A veces deben volver a la ciudad y recién regresan dos días después, cuando las condiciones ya cambiaron. Si pudieran quedarse en el campo, con un esquema más rural, mejorarían mucho su capacidad operativa”.

Recomendaciones clave para una correcta aplicación con drones

En esta curva de aprendizaje, Ferreiro destaca varias recomendaciones prácticas para quienes estén incorporando esta tecnología. “Recomiendo el tarjeteo del servicio o del dron propio que tenga cada uno”, señaló.

El tarjeteo consiste en medir la calidad de aplicación del dron: verificar qué porcentaje del objetivo —por ejemplo, el impacto de un herbicida sobre la maleza o de un fungicida sobre la planta— se cumple efectivamente. “Se usan tarjetas hidrosensibles que permiten medir cómo está resultando la eficiencia, contando gotas por centímetro cuadrado de la aplicación y evitando riesgos de pérdida de producto o daño a cultivos vecinos”, explicó.

El productor advirtió que, en el caso de los drones, al tratarse de equipos que aplican muy pocos litros por hectárea, la calibración y las condiciones ambientales son críticas. “El viento y el calor pueden reducir la calidad del trabajo si el dron no está bien configurado”, afirmó.

Otra cuestión clave es la compatibilidad de mezclas. “Como el volumen de caldo es bajo —alrededor de 10 litros, frente a los 50 de una pulverizadora convencional—, los productos quedan mucho más concentrados. Si no se usa un compatibilizador o no se respeta el orden correcto de mezcla, pueden producirse cortes del caldo”, advirtió.

Por eso, recomienda incorporar los avances de la investigación en materia de calidad de aplicación, compatibilizadores y corrección de aguas. “Ya hay información y productos disponibles en el mercado. Solo hace falta ocuparse y seguir las pautas correctas para evitar errores”, subrayó.

Complementariedad entre drones, sensores y pulverización convencional

El avance en el uso de drones no implica reemplazar otras tecnologías, sino integrarlas de manera complementaria. “Los drones ofrecen la posibilidad de hacer aplicaciones selectivas —observó Ferreiro—. Hay sistemas que combinan un dron de relevamiento con otro aplicador, que actúa sobre las malezas detectadas. Eso permitiría ahorrar agroquímicos, aunque nosotros todavía no lo probamos”, comentó.

En su caso, la empresa ya utiliza una pulverizadora con un sistema de pulverización selectiva de precisión denominado Weed-it. “Va reconociendo las malezas y, en tiempo real, aplica solo donde están, con un ancho de aplicación de 20 centímetros. Si la maleza es del tamaño de una moneda, aplica solo sobre esa sección. En cambio, el dron aplica entre siete y nueve metros de ancho, y el ahorro es menor. Por ahora no nos conviene reemplazar un sistema por otro”, detalló.

Las tres herramientas —el dron, el Weed-it y la pulverizadora convencional— funcionan en conjunto según la etapa del cultivo. “En barbecho usamos la pulverizadora común para aplicar preemergentes y sellar el lote. Luego, cuando escapan algunas malezas, pasamos con el Weed-it, que nos permite ahorrar entre un 85 % y un 95 % de insumos. Y cuando el cultivo ya está en pie, especialmente el maíz, usamos el dron, que evita el pisoteo y mejora la precisión”, resumió.

El objetivo es optimizar el manejo integral. “En general hacemos entre 15.000 y 20.000 hectáreas de pulverización por año, de las cuales 3.500 fueron con dron la campaña pasada. Estimamos que el próximo ciclo podríamos llegar a 5.000 hectáreas con dron, otras 9.000 con convencional y 4.000 con Weed-it”, adelantó Ferreiro.

En paralelo, la empresa sigue experimentando con cultivos de cobertura en parte de su superficie —unas 420 hectáreas el año pasado—, ajustando las rotaciones y los manejos según la disponibilidad de agua. “Todo va formando parte de un sistema más preciso, más sustentable y con menos pérdidas”, concluyó.

Fuente: Aire Agro

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